jueves, 17 de febrero de 2011

CONTRA LOS ANTITAURINOS DE COLOMBIA



Dedicado con especial celo a la antitaurina alias Carorca2


“En este mundo todos toreamos y el que no torea embiste”, decía el gran espada Sánchez Mejías, antes de que un Toro bravo terminara con su vida en el ruedo, antes de que García Lorca, dolido por su muerte, despuntara su poesía y nos dejara un testimonio de como se ha de sufrir, antes de que el movimiento animalista fuese vomitado de la Alemania Nazi, antes, y con remedio, de la existencia de los antitaurinos. Pues resulta ahora que el mundo conocido antes de Hitler y su asociados no existe, y en tal olor debamos renegar del pasado, de la ciencia, de lo culto, del Arte que precisa sacrificio y de cuanta cosa nos ha traído hasta aquí, para pensar o intentarlo de manera insostenible y solapada. Ahora resulta que Miguel Hernández tenía serios problemas psiquiátricos y García Lorca era un inconfesable enfermo y sádico, resulta que Picasso es una farsa del tamaño de un ruedo y que Camus es un incontestable genocida, todo ello al gustar nuestro grupo de las Corridas de Toros; también resulta que un ser pensante es aquel que establece una relación de respeto con los otros seres del planeta, también es preciso que no sepa escribir, ni tenga el más elemental y necesario conocimiento del Arte y la Cultura, aunque afirme con su juicio qué es y qué no es Arte y Cultura. Así, de suerte sospechosa y amañada, sale a nuestro ruedo la antitaurina carorca2 para presentarnos el siguiente documento como una verdad irrefutable, llorosa, impenetrable; vamos por el toro!:

Andrea Padilla es coordinadora de AnimaNaturalis Internacional y Agenda Animal Bogotá. Estas son sus respuestas:
¿Deberían prohibirse las corridas de toros en Colombia? Deberían prohibirse, sin duda alguna. Las corridas de toros son una expresión del ejercicio injusto del poder sobre el cual se ha cimentado la cultura occidental. El mundo actual está asistiendo a una profunda transformación de las formas de relación entre los seres humanos y los demás animales, que nos obliga a replantear viejas tradiciones con las cuales ya no se identifica la mayoría de los colombianos. Hemos de erradicar la crueldad tanto como podamos, empezando por las prácticas que nos mantienen sumidos en una suerte de resignación a la violencia.


La India Animalista
Por supuesto, nuestra asistencia a la “profunda transformación de las formas de relación entre los seres humanos y los demás animales” es justamente moderna, inédita y novel en la historia del hombre. Lo que no explica, o no quiere explicar, es que tal asistencia se deriva de las Leyes de Protección animal dictadas por el gobierno Nazi, quien las importara del misticismo oriental, y que su contexto no es aquel que pensara el versado en historia, de campos de concentración, millones de muertos en el genocidio más aberrante de la historia o la conquista del mundo, en verdad, se tiene que pensar al animalismo como un salto desde el rechazo al hombre por el mismo hombre. No es gratuito que los mayores animalistas sean reconocidos misántropos (Schopenhauer, Vallejo, Hitler), ni que su reacción contra el hombre siempre derive en violencia (la sutil y delicada campaña antitaurina para exterminarnos). Si los toros han de ser eliminados bajo premisas animalistas emanadas de Adolf Hitler, el sensato lector debería decir: pero cómo?. Bien, el hecho de que alguien a estas alturas de la consciencia humana se defienda con ideas hitlerianas representa un aspecto menor, ya que el orientalismo primigenio de este pensamiento les justifica en cierta manera. Ahora: ¿cuál es la relación del animalismo oriental con los semejantes, sino es la igualdad estulta de condiciones? ¿No zarandean a rabiar a Gandhi los antitaurinos, al decir éste la conmovedora y musical frase “"Un pais , una civilizacion se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales"? pues ciertamente es la punta de lanza de estas furiosas mentes el hecho llano de la existencia de países como la India, con un proteccionismo animal total (uno de sus dioses es un elefante), y tal modelo, de respeto profundo y adoración, sea el que quisieran implantar en Colombia o los países del Toro, previa abolición de la tauromaquia. Lo que desconoce la gran mayoría de antitaurinos es que detrás de su campaña se esconde el objetivo de eliminar el uso de animales por el hombre, y que después de los Toros serán las reses de consumo humano las abolidas (pues quién niega que estas se maltraten) y en fin, todo consumo de animales por parte del hombre. Innegablemente es la lucha de la lucha antitaurina, como en claro lo deja la suscribiente en su libelo. ¿Qué ha ocasionado tal proteccionismo animal en la India sino la más grande y homogénea barriada del mundo, toda enferma y hambrienta y desnutrida que es la India entera? ¿Esas son las premisas validas para abolir la tauromaquia?¿ el respeto a las vacas que invaden las casas de cartón en Bombay, mientras a dentro se mueren de hambre los animalistas? No es suficiente el testimonio de Gunther Grass en su magistral obra El Rodaballo, ni el también válido testimonio de quien fuera piloto y ahora director del Parque Explora en Medellín, ni las continuas quejas de la ONU y su Programa Mundial de Alimentos, para terminar de entender que la no utilización de animales por parte del hombre, merced al respeto y las relaciones nazis, conllevan, como en el caso India, al hambre y miseria de millones de personas. Es una utopía tierna, al fin y al cabo, pretender tales relaciones de respeto, aún cuando el consumo de vegetales propenda a satisfacer el hambre y garantizar la existencia de las bestias, pues las zonas cultivables tienen dos fundamentales consecuencias, no tan animalistas: la destrucción de ecosistemas para ser reemplazados por tierras cultivables (caso oso panda en China), el desgaste de la tierra y la contaminación consecuentes al remplazo total de productos que otrora fueran derivados animales ( el cuero por el sintético por ej). Ese, en todo caso, es el sistema de relaciones por el cual deberíamos reemplazar la tauromaquia? El hambre de la India? El frio de la India? La contaminación de la India? Acaso las premisas del texto sean equivocadas arteramente, y en lugar de tauromaquia debería ponerse USO ANIMAL.


Abolir la tauromaquia por tal motivo, debería pues englobar al resto de usos animales, lo cual bifurca y complica el debate en contra de los antitaurinos. Finalmente, que sea un deseo mayoritario es FALSO, en Colombia la gente va a Toros tanto como come carne o usa cuero o maquillaje, los animalistas son la minoría de la minoría antitaurina.

¿Es válido considerarlas como parte de nuestra tradición y herencia cultural, por ende, como algo que hay que mantener? Aún si fueran parte de nuestra tradición, tenemos la obligación moral de cuestionar su actualidad y pertinencia de cara al país que soñamos. Las tradiciones no están exentas de cuestionamientos éticos y toda herencia cultural es susceptible de ser revaluada de cara a las nuevas mentalidades y sensibilidades culturales. La misma España está aboliendo prácticas crueles que hacían parte de su legado cultural y religioso. Defender lo tradicional por el simple hecho de serlo es renunciar al derecho a la crítica. El sometimiento al dictado de la tradición inmoviliza a una sociedad. Si la cultura fuera inmutable, estaríamos aún en los sacrificios humanos en lugar de los derechos humanos.

Lo cuestionable es ello de “el país que soñamos” dejando sentado que no es mayoritario el animalismo en Colombia, ni la Tauromaquia una causal de violencia (la violencia existente desde siempre) en un país donde la abolición de esta resaltaría las verdaderas causales del conflicto: desempleo, falta de oportunidades, dictadura del pensamiento, todo lo que SÍ causa violencia y se deriva, no de la tauromaquia, sino de su pérdida. La pregunta, por demás, tendenciosa a condicionar la respuesta, desconociendo la realidad del toreo, fenómeno más bien moderno que tradicional, ignora que este no constituye una usanza, mucho menos en nuestra América, lo cual dejaría sin piso su consecuente negación. Ni la Tauromaquia ni el animalismo son tradiciones, mucho menos en un país sin tradición propia alguna como el nuestro; la real tauromaquia vive en nuestro país apenas hace 80 años, el animalismo muchísimos años menos, y no por ello ha de decirse que la vigencia del último dependa de su continuidad en el tiempo. En efecto, ya no se sacrifican humanos. ¿y eso qué tiene que ver con la Tauromaquia? También se puede decir que seguimos usando la lógica griega y al ser éste un pueblo taurino entonces somos hecho cultural y perdurable. Obviamente no vale la pena irse a terceras partes.

Para algunos, las corridas son un intolerable ejemplo de maltrato a los animales y para otros, un arte. ¿En qué bando se ubica y qué argumentos usaría para defender o atacar cada una de las dos anteriores ideas? Las corridas de toros son una práctica de extrema crueldad contra seres que, por su constitución biológica, experimentan placer, dolor y sufrimiento. Aún si aceptáramos que son un arte, lo cual no deja de ser un simple rótulo, no por ello están exentas de responsabilidades éticas, y en este caso, el límite lo impone el hecho de que esté en juego la vida de un ser sintiente ¿Tiene un torero derecho a torturar a un animal salvaguardándose en su supuesta “inmunidad artística”? Siempre se ha dicho que en el arte es legítimo realizar cualquier fantasía por violenta o controversial que sea, mientras se trate de una representación, y es allí donde radica la principal objeción con las corridas de toros: lo que sucede en el ruedo no es una representación, son seis animales que mueren ahogados en su propia sangre. Por esta razón, el toreo no es una simple cuestión de gustos particulares.


Gaya
Débil y pobre, ingenua, la afirmación consistente en que la Tauromaquia no es una representación, pues todos sus elementos plásticos así lo ratifica. Mientras un entendido ve en la lidia la lucha y la belleza vulnerada de Toro y Torero, el antitaurino ve seis animales que mueren ahogados de la misma manera que los parisinos de principios del siglo pasado veían en los lienzos de Modigliani una vagina impúdica. El problema sería situar la validez del Arte, no en su valoración intrínseca, sino en lo que conciban de él sus contradictores. El Arte no necesita que una caterva de enfermos no lo vean, necesita que quien le entienda y sienta sí le vea. Sorprende el hecho de que JAMÁS algún artista se haya manifestado en contra de la Tauromaquia, salvo el solitario y ya cambiante caso de David Manzur(quien no niega el carácter de Arte, sino ve consecuencias morales aterrizadas a su visión animalista y tolerante); no nos repetiremos a propósito de nuestras consideraciones del Arte en la Tauromaquia, pero si queremos señalar que, así como el experto marino es el más entendido y autorizado para hablar de tormentas y peces, o así como es el Latinista el más experto en Catulo o Seneca, de la misma manera es el artista el real entendido y autorizado para hablar de Arte. De tal suerte que no son gratuitas las afirmaciones de tantos y tantos artistas a favor de la Tauromaquia,(Picasso, Goya, Gaya, Tápies, Manet, Bacon, Cocteau, Dalí, no precisamente “aparecidos” en la historia del Arte) contra el silencio o la poca barahúnda de los antitaurinos. Ahora, la condición bilógica del Toro, la misma que le impone dolor o placer, fue la que le impuso su condición de luchador: de no estar en un ruedo, igual combatiría contra los intrusos a su territorio, cosa peligrosa si dejamos desaparecer las dehesas y dejamos a su buena suerte en cualquier potrero a los toros de lidia; entonces, aducir su carácter biológico solo a medias, solo por su conveniencia, impide que su “imperativo ético” sea sincero. La Tauromaquia es la consecuencia de la NATURALEZA del Toro de lidia, naturaleza sin la cual sería impensable e imposible lidiar un toro. Nada ajeno a la realidad y la “biológica” naturaleza del Toro está en la Lidia, naturaleza que le proporciona al Toro las betaendorfinas u hormonas supresoras de dolor que tanto le costaran a un neurocirujano catalán poder quitar el olor adrenalina en sus manos luego de manipular la carne muerte del Toro saliente del ruedo. ¿Dónde deja de estar el Arte cuando no hay el sufrimiento que reclaman?

Para los detractores: ¿No es un acto de intolerancia cultural censurar tan radicalmente a las personas que asisten y disfrutan este espectáculo con claras raíces históricas en nuestra cultura? La intolerancia es no reconocer el derecho de los demás animales a vivir una vida libre de sufrimiento y en condiciones naturales. Si nuestro desarrollo mental y cultural nos permitiese aspirar a que esta práctica muriese de muerte natural, como dice Vargas Llosa, no estaríamos hoy de cara a este debate; pero como no es así, es nuestro deber hacer una defensa decidida del derecho de los animales a no ser sometidos a tratos crueles. Es la vida de seres sintientes lo que esta en juego ¿Será que las luchas de oposición a las discriminaciones con base en el sexo o en la raza fueron consideradas intolerancias culturales? De no haber existido una fuerza de cambio, quizás aun estaríamos sumidos en esas viejas prácticas que hoy son inaceptables.


La lucha es más bien falsa, pues NUNCA se ha visto a los antitaurinos ser consecuentes con sus premisas: si Luchar por los derechos animales fuese su objetivo ¿no sería lógico empezar por los miles de millones de reses y aves y peces explotados para el consumo humano, en lugar de luchar contra la Tauromaquia, que representa un número muy reducido de reses con respecto a las consumidas en el mundo? Sería un inicio al revés, sólo explicable por lo falaz de sus premisas, y con la estupidez que conlleva pretender hacer la paz mundial sólo buscándola en Colombia, por ej. En realidad la antitauromaquia tiene otros intereses que los siempre expresados, loables y tiernos supuestamente, por aquellos antitaurinos que son un subproducto del separatismo terrorista español y el odio nazi a cualquier práctica ajena a sus principios nacionales. La intolerancia es evidente, pues es rabiosa y atravesada su lucha, plagada de vías de hecho y criminalización del otro, que ofende a las verdaderas luchas por los verdaderos derechos que han signado nuestra historia. Entonces que se luche contra los 10 millones de reses producidas y sacrificadas al año en Colombia, en lugar de luchar contra el supuesto sufrimiento de menos de 200 Toros al año en el país; como ya se ha expresado en este blog, la antitauromaquia es la manera más fácil de aliviar las consciencias hipócritas y obnubiladas de aquellos que se sienten al mismo nivel de Gandhi mientras le hacen pistola a la inmensa mayoría de los animales usados, defendiendo eso sí con Furia y saña, a la minoría que no les necesita, pues dónde está el crimen en darle durante cuatro años una vida de rey a un Toro de lidia, para luego darle la lucha que signa su naturaleza, lucha en la que invariablemente puede salir triunfador? No merece respeto mentirle a los animales y a sí mismos, pues mientras gritan babosadas por los Toros de lidia que mueren y viven en su ley, millones y millones de animales sometidos son pasados por alto, al ser la mayoría de los antitaurinos carnívoros.

Para los defensores: ¿Qué justifica que un animal sufra para que unos cuantos seres humanos disfruten? Ojalá llegue el día en que ni siquiera tengamos que plantearnos esta pregunta que hoy, infortunadamente, es necesaria. Nada justifica que mantengamos prácticas violentas por el simple divertimento de unos pocos... o de muchos. Si bien hoy los defensores de las corridas de toros son una minoría estadística, no por ello debe ser protegida esta práctica. La protección de los derechos de una minoría, que en este caso son extremadamente banales, no debe hacerse a costa de la muerte y el sufrimiento de seres sintientes. Como lo dijo el Magistrado Palacio en su ponencia con la cual dio salvamento de voto a la demanda que se interpuso contra el artículo 7 de la Ley 84 de 1989 en el año 2009, no se puede privilegiar los derechos derivados de la cultura al derecho que tienen los animales a no ser maltratados o sometidos a tratos crueles por la simple diversión de los seres humanos
.
Al fin qué, es divertimento de unos pocos…o muchos, pero que son una minoría estadística? La raza negra también es una minoría estadística en todo caso. La ley de protección a minorías, es cierto, presenta la dificultad de ser una jurisprudencia impracticable, no se compadece con los animalistas (ellos sí, minoría absoluta) pues la nación precisa de la utilización de animales para todo uso (alimentación, manufactura, Arte) y la nación no puede detenerse por las extravagancias de la minoría animalista. El Quid está en situar el problema de la Tauromaquia lejos del problema del uso animal, pues niega en todo caso la misma inculpación a la que someten la lidia (al afirmar que el Toro es “usado” para “divertimento” de “pocos”), desmiente la pureza de la lucha antitaurina, y su competencia con el uso animal es totalmente compatible con la realidad de los dos mundos (la ganadería intensiva y la ganadería de caña brava, por ej); los antitaurinos desvían fácilmente el debate, encerrando a la tauromaquia sola y dejándole lejos del resto de la especie animal, pues es fácil atacar por conveniencia y acomodo lo que pueda tener consecuencias morales para algunos traumados; por qué no poner a las reses explotadas en el mismo lugar, si a ellas también se las sacrifica? Porque la lucha antitaurina perdería adeptos, al hacerse patente su falsa dimensión, su objetivo zalamero; no se trata de la minoría para divertimento de la tauromaquia, se trata del uso del animal por el hombre, y esa lucha es imposible de ganar por los animalistas, de allí su radical huida.


Los defensores de las corridas de toros alegan que si estas se acaban, la raza de los toros de lidiatambién, pues son criados específicamente para este propósito. ¿Qué opina? Este argumento falaz es uno de los más recientes de los defensores de las corridas de toros que ahora son ecologistas. El toro de lidia no es una especie, es una raza, y por ende, es artificial; de modo tal que si desapareciese, no tendría mayor impacto a nivel ambiental. Defender las corridas de toros tras el disfraz de una defensa pseudoecologista no es sano para nadie. ¿Aceptaríamos mantener una raza de perros creada artificialmente con el objetivo de lucrarnos en las repugnantes peleas de perros que hoy son ilegales? Es exactamente lo mismo. Las razas o las especies no son las que sufren: los que sufren son los individuos, y es allí donde debe plantearse la discusión.

Toro de Lidia-susceptible a desaparecer por
 la indiferencia animalista.
Nuevamente no deja de ser hipócrita y bajo y vil el acudir a la defensa de una especie hacia la cual se siente indiferencia, en tratándose de su posible desaparición. Como anotara el Filósofo francés Wolf, los perros tampoco son una especie, son una raza derivada y domesticada de los lobos, y, aunque sean el centro de lucha animalista, no por lo mismo que se consciente la desaparición de un toro de lidia al no ser una especie se consentiría la desaparición de los perros, al ser también una raza ajena a la categoría “especie”; por qué se desgarran las vestiduras si alguien patea un perro, si esté no es una especie? Si diéramos en querer desaparecer a todos los caninos de la subraza pastor alemán, entonces ello no tendría graves consecuencias para los animalistas y antitaurinos, al ser una subraza de una raza que ni siquiera es especie, pues es “artificial”? como es que siente un animal que es “artificial”? si eliminásemos a los perros de la faz de la tierra, obviamente esto no tendría consecuencias para el planeta, al no ser parte activa de los ecosistemas, aún así sería deplorable, aunque en el caso de un Toro de lidia sí sería lícito para un animalista su extinción, al no hacer parte activa de los ecosistemas (falso de toda falsedad por demás). De allí la incongruencia de luchar en contra del especismo, al mismo tiempo que se pone al Toro de Lidia en último lugar. Debo dejar en claro que tal actitud es la más diciente de los antitaurinos, pues al encararse la posible desaparición de los Toros de lidia la máscara falsa que les recubre se les cae. No es de animalistas afirmar que daría igual la extinción de los perros al no ser estos ni especie ni parte activa de algún ecosistema, como tampoco es animalista afirmar lo mismo, cambiando la premisa Perro por la Premisa Toro de Lidia, a la vez que se lucha contra el supuesto maltrato de estos dos. Tal actitud es el resumen de un antitaurino, y sólo puede generarnos Asco y Repugnancia hacia ellos. Ahora, que los taurinos no son ecologistas? Entonces la preservación del ecosistema Dehesa únicamente por los ganaderos taurinos: no es ecologista? La preservación de especies exclusivas del ecosistema Dehesa, al no ser únicamente el Toro de Lidia su habitante: tampoco es Ecologista? El hecho de que la Corporación Taurina de Bogotá done al año millones de dólares a la red distrital de parques (millones de dólares para plantar árboles y sanar los enfermos, cuidar los jardines públicos y generar consciencia ambiental): tampoco es ecologista? Entonces qué lo es? Llenarse la cara con pintura roja? Gritar idioteces? Llevar la intolerancia a límites insospechados? Pensar que Picasso no tenía idea de Arte? Amenazar de muerte a la gente del Toro? Consentir la desaparición de seres vivos y “sintientes”? ser ustedes y ya?
En últimas, no sorprende la no inclusión de la otra parte del debate en el documento (en este caso el torero Cesar Rincón), ni la cantidad apremiante de contradicciones y falso lenguaje, lo que sorprende es que hoy día los adolescentes le sigan creyendo a tan fáciles premisas, pues sabido es que la lucha contra la Tauromaquia es la concatenación de adolescentes marginados y vegetarianos extravagantes contra el Orden, la Civilización, el Arte y la Cultura.


Ramos

No hay comentarios:

Publicar un comentario